jueves, 28 de febrero de 2013

Arielito el taxista

Parece que Juanca se entusiasmó con la Internet. Está con la maquinita de la sobrina.
—¿Y ahora qué hacés, che?
—Estoy vendiendo un auto, un Fiat 600, por mercado libre punto com.
—¿Un auto? No sabía que tenías un auto, Juanca. Jodeme.
—¿No lo viste?
—No.
—Bien. Debe ser porque no tengo auto, flaco. Sos un genio.
No se puede creer este tipo, la verdad. Y eso que todavía no trajo el fernet.
—La puta que te parió, Juanca.
—Boludo, a la vida tenés que ponerle gracia. Mirá, en el aviso puse “nunca taxi” —y se festeja.
—O sea que vendés un auto que no tenés... por joder nomás.
Ahora se caga de risa. Parece que le acercan inquietudes los interesados.
—La gente se interesa por cualquier cosa, flaco. Acá un boludo me pregunta del kilometraje y si el tapizado es original. Y me ofrece menos guita. Siempre regatean.
—¿Y cuánto pedís, Juanca?
—Cincuenta lucas —y se ríe más fuerte.
—¡Cincuenta lucas!
—Está original, flaco. Setenta y siete, pasa casete y radio, rojo, nunca taxi.
Se pone a contestar las consultas. Le tiembla la cabeza de reírse.
—Le puse que lo compró mi abuelo para ir al sur y murió de un infarto en un prostíbulo de Trelew. Que la familia nunca más lo usó, flaco. ¿Qué opinás?
—La puta que te parió, Juanca.
—No tenés sentido del humor, che. Una vez que me integro al sistema me hinchás las bolas.
Veo que puso fotos. Parece que aprendió a usar el Google para buscarlas. Intuyo que ahora debe tener una dirección de mail. Como que se va integrando a la sociedad, aunque de una manera lúdica, como un niño.
—¿Te enteraste de la de Arielito, flaco?
—¿El taxista?
—El mismo.
—No.
—Andá a buscar el fernet, la soda, los vasos y un cacho de queso de la heladera. Boludo, no sabés.
Le hago caso. Mientras tanto está dale que dale con la maquinita. Algo raro va a pasar.
—Che, Arielito era el que lo había dejado la mina, ¿no? —pregunto para que la termine de una vez y me cuente el chisme.
—Sí, flaco. Ahora resulta que salió en una película.
—No empecemos, Juanca.
—Si no creés en mí, no creés en dios.
—En una película.
—En una película porno, flaco.
—Andá a cagar, Juanca.
—Como quieras. No te cuento.
Me tiene podrido este tipo. Seguro me va a salir con una pelotudez o lo que es peor: con alguna de sus cantaletas metafísicas. Y lo triste es que tengo ganas de que me cuente.
—Dale, che. No te hagas rogar —le digo.
—Parece que tuvo que parar el taxi una semana y alguien le dijo que fuera a un casting de esos raros... de cómo se llaman estos tipos... que aparecen y no hacen nada, que están ahí al pedo...
—Extras.
—Extras. Le daban unos mangos por sentarse en un bar, viste, como en las novelas. Nomás que en una porno.
—No sabía que usaran extras en las películas porno, Juanca.
—No me interrumpas con boludeces. Lo pusieron ahí. Ya que estaban le dieron una botella de whisky... pedorro, viste, pero whisky. Y él tenía que estarse ahí sentadito mientras gente se ponía a garcharle al lado. No parece algo muy rebuscado.
—Y... no.
—Viste. Además había un par de viejas en otra mesa, según contó, y un pibe con cara de pelotudo que se hacía el que leía y tomaba café.
—¿Y qué clase de película era? Supongo que con filmar gente garchando ya va lo porno.
—No, flaco. Parece que ahora está de moda un coso, un cómo se llama. Eso de que te miran cuando fifás. No me sale. Algo que suena como peluquero...
¿Peluquero?
Dale, boludo. El coso este, Giordano... algo así. Coiffeur. Suena coiffeur. Parece que era una película porno de coiffeurismo o como mierda se diga. Esos que nomás miran cuando uno garcha y a la vez el que garcha se excita porque el otro lo ve. Simbiosis, ponele.
¡Voyeur, pelotudo! ¡Voyeurismo...! —Qué nervioso me pone este chabón.
Ves que a veces te carbura el balero, flaco. Bien ahí. Cuestión que Arielito estaba sentado a la mesa con un whiskycito mientras unos se daban matraca ahí en el bar. Había, me dijo, un montón de cámaras y de luces, y gente que daba indicaciones... todo eso del cine.
Ahora vuelve a la máquina. Me da ternura que escriba con los índices. Hay cierta candidez en Juanca. Lo noto más humano, enternecido y divertido a la vez. Pero no olvido que está jodiendo a la gente. Y se caga de risa.
Bueno —sigue—. Arielito estaba como cualquier hijo de vecino, sentadito, y se le ponen a hacer chanchadas alrededor. Imaginate, flaco, que semejante asunto no es lo que las viejas dirían muy católico. Viste.
Bueno. A fin de cuentas, se trataba de una changuita, ponele, por unos mangos. ¿No?
No te hagas el canchero, flaco. Mirá si se ponen a garchar acá ahora mismo. Lo que lo cagó parece que fue el escabio.
¿Cómo que lo cagó?
Fija la vista en la pantallita. Lee. Escribe. Contento se lleva a la boca un pedazo de queso.
Hay gente que no sabe tomar, flaco, viste, pelotudos así como vos y Arielito.
O sea que se mamó.
Sí. Parece que se puso a hacer comentarios, sacó a bailar a una vieja, aplaudió las pijas y cantó la Marcha Peronista. Me dijo que le pidió un autógrafo a un quía mientras se empomaba a una rubia tetona. Un desastre ese muchacho, flaco, peor que vos.
¿Y los de la filmación qué hicieron?
Ahí viene el asunto. Resulta que ahora está un cómo se dice. Una cosa que suena a esos arbolitos de mierda que hacen los japoneses.
¿Arbolitos?
Dale, boludo. Cómo se dice. Plantan un árbol en una palangana, lo hacen cagar de sed y les queda chiquito.
Bonsái, Juanca. ¿Qué mierda tiene que ver eso?
Que lo agarraron a Arielito y le hicieron el bonsái, flaco, o como carajo se diga.
No te entiendo, Juanca, de onda.
Boludo, lo cagaron a sillazos, y una mina que tenía un látigo y un cinturón con una pija de goma le dejó el ojete como una flor. Me mostró los latigazos en las nalgas. No fue de dios, flaco.
¡Bondage, pelotudo! ¡Eso es bondage, sadomasoquismo!
Dale, escribíselo a Arielito por mail; seguro que quiere saber cómo se dice que lo reventaron. Y le tiraron unos sopes de yapa para el taxi. Cagate de risa.
Ahora se sirve más fernet. Tiene cara de preocupado. Un número desconocido me suena en el teléfono.
Hola.
-¡Hola! ¡La concha de tu madre! —Lo único que me faltaba, que me putee una voz desconocida por teléfono.
Epa, ñato. Qué pasa.
-Estás vendiendo por internet el auto de colección que me afanaron. Te voy a cagar a tiros, ¿me entendiste? Ahora voy y te lleno de cohetes, sorete infeliz. —Cortó.
No entiendo nada. Juanca escupió un chorro de fernet de la risa.
¿Ya te llamaron, che? —Me dice.
¿Qué hijaputada hiciste, Juanca?
Puse la foto de un Fitito que se chorearon los rolingas. Estaba muy lindo, viste. Y tu número.
Pero, boludo, me dijo uno que viene a cagarme a tiros.
Error, flaco. Va a la dirección que le di.
¿Qué dirección pusiste?
Acá a diez cuadras. Con fe, flaco. Si no le pone humor, le van a hacer el bonsái unos travestis amigos. Salud, eh.