viernes, 20 de mayo de 2011

Habeo ergo sum

Ahora Juanca tiene un cuaderno Gloria y una birome sobre la mesa. Creo que algo raro le pasa, pero no me animo a preguntar.
—Flaco, andá a buscar el fernet, la soda, los vasos y la cubetera.
—¿Estás por escribir algo?
Gira la cabeza, me mira y se rasca el mentón.
—¿Te acordás del Lágrima?
—No, Juanca.
—Dale, boludo. El Lágrima, el gordo de la hinchada de Banfield.
—…Uh, sí. Me acuerdo de cuando se bajó del 2CV acá en la esquina y amenazó a los rolingas con un matafuego por un asunto de mujeres, ¿no cierto?
—El mismo. Los rolingas lo respetan mucho, y a su novia.
—A la novia.
—Sí, flaco. Esa loca a tres se garchó y a tres les reventó la cabeza con el matafuego. Nadie quiere hablar de eso. Ahora dicen que tiene un tuíter y ya no aparece por el barrio. Te digo más, creo que los rolingas ven un matafuego y van hacia el fuego como la mariposa.
—¿Se hizo un tuíter? Mirá vos.
—Parece que por ese medio puede aterrorizar a más gente, flaco. Viste cómo es esto del internet; todo está conectado, como eso del efecto mariposa.
—Ah, vos decís lo del aleteo que genera un tornado en otro lado, ponéle.
Lo dejo y voy a buscar lo que pidió. Me parece que se está haciendo poeta o algo así. Me preocupa.
—La otra vez había una cucaracha en la pieza —dice—. Se movía raro. Pensé que estaba aturdida por el flit que echa el vecino, pero no. Parece que el terremoto de Japón perturbó a la cucaracha de mi pieza.
Ahora se sirve el fernet y putea porque le cayó una gota sobre la hoja del cuaderno. No me animo a espiar lo que escribe y temo estar interrumpiéndolo.
—¿Y qué escribís?
—Menos pregunta dios y averigua.
Mira el cielorraso con la birome en la mano. Nunca lo había imaginado así. Pienso en esas cosas jodidas que uno cree que no pueden pasarle; no sé, darse un palo con el auto, ser rehén en un choreo, pegarse el sida, hacerse poeta o periodista. Vaya uno a saber cuán complejo es el estado de Juanca.
—Lo que abunda es barato, flaco.
—¿Estás haciendo un ensayo, che?
—No. Pero vos fijate que la información se está volviendo no solo barata sino pedorra, viste, como las zapatillas truchas.
—¿Y cómo es eso?
—Internet. Te enterás al mismo tiempo del casorio de una pendejita actriz y un cantante canadiense, de que los franceses quieren liberar Libia y de que tu tía se compró un gatito siamés.
—Bueno, eso es gracioso. Ahora los gringos mataron a Bin Laden.
—Claro, tan gracioso como que te hagan cargar cuatro bolsas de cemento para construir nada. Y no me fío de una sociedad que se vanagloria de haber matado a un hombre, y menos que menos si ocultaron el cuerpo, viste, como hacían acá los milicos.
No entiendo a dónde quiere llegar con esta charla. Sospecho que puede estar enamorado.
—Es raro —sigue— que en internet te obliguen a enterarte de las noticias. Cerrás el mail y te mandan a leer de un perro que salvó a un niño jamaiquino de morir baleado por un mono, ponéle.
—Pero vos no usás internet, Juanca.
—Tampoco uso lanzagranadas y si querés te dibujo uno ahora mismo. La cosa está en la pertenencia, flaco; el hombre es lo que tiene. Te digo más, el hombre es un derivado del petróleo. Pará.
Se pone a escribir. Ahora que no hablamos me doy cuenta del silencio. Sospecho que Juanca pudo haber leído algún panfleto comunista, lo cual no sería tan grave, después de todo.
—Vos fijate, flaco, que hasta el tipo que trabaja dice tener trabajo, como si el trabajo no lo tuviera a él en realidad. Ya nadie distingue entre sujeto y predicado.
—Pero vos no trabajás, Juanca.
—Tampoco preñé a nadie y te tengo acá de hijo bobo. Yo respeto lo aborigen de estas tierras; los indios, flaco.
—¿Qué hay con los indios?
—No tenían la cultura del trabajo.
Se pone un poco tenso; se le endurece la mandíbula, se hurga las orejas con el capuchón de la birome y después se lo lleva a la boca. Anota algo en el cuaderno.
—Pero la economía capitalista maneja el mundo, che.
—Cada ser humano es único, flaco, como esos ventiladores chinos; el mundo existe como lo que pertenece; el hombre fabrica su naturaleza con lo que tiene, entonces no puede no ser él mismo una tenencia. Un tipo tiene esposa, hijos, perro, auto, trabajo porque él es marido, hijo, perro, chofer y trabajador.
—¿No te estarás juntando mucho con los jipis?
—Los jipis son adolescentes, flaco. El problema del adolescente es que no tiene; por eso jode. Cuando empieza a tener, deja de joder y deja la adolescencia. Los indios veían lo sublime en la naturaleza. Para nosotros la naturaleza está para ser usada, como nosotros mismos. Es un círculo viciado.
—Vicioso, Juanca. Se dice vicioso.
—Viciado de pelotudez, flaco. No hinchés los huevos. Digo que la tenencia aplaca la discordia.

—Ah, ya veo. Vos proponés la anarquía y que se vaya todo al carajo.
—No te da, flaco. Sos como esos rockeros pedorros que se bardean los de la platea y los de la popular en un recital, siendo el enemigo lo que mantiene la adrenalina; que vayan a la cancha. Calláte.
Ahora escribe de nuevo. Pienso que puede estar haciendo la lista de los mandados.
—La cosa pierde su esencia —arranca—. Lo de ahora es como la comida de astronautas.
—¿Y eso?
—Claro, flaco. Te ofrecen galletitas con gusto a pizza como si la esencia de la comida estuviera en el gusto.
—No, Juanca. Lo que te ofrecen es el sabor porque vos no podés ir en bondi comiendo pizza, pero sí galletitas, ¿viste?
Se fastidia y da un trago fuerte al fernet. Escribe algo y me mira con cara de asesino.
—Te ofrecen el reemplazo. Tu mujer ahora no puede estar cojiendo con vos porque vos estás acá hablando pelotudeces, entonces debe estar cojiendo con el vecino o con una pija de goma. Y, ahora que lo pienso, vos sos bien factible de ser reemplazado por una goma, gomazo.
—Vos no tenés corazón, Juanca. La esencia de la relación de pareja está en el amor.
—La esencia del humano está en lo que tiene. Por eso decís “mi” pareja. No existiría la muerte de no ser por la desesperación que implica una pérdida. La sociedad surge más por el miedo a no tener que por la eficiencia en la producción. La nada es una nube de pánico. Uh, ya casi termino.
Me da miedo Juanca. Sospecho que está escribiendo una nota suicida.
—Eso es lo lindo del fútbol, flaco: que hace posible que la pérdida se diluya en la adrenalina de la derrota. El hincha entra y sale de la cancha con las manos vacías.
—¿Terminaste de escribir, Juanca?
—Sí, un cántico que me encargó el Lágrima para la última fecha, viste, Banfield contra San Lorenzo. Si le saca alguna ideíta me garpa con dos kilos de asado y seis chorizos.
Me causa ternura que haya utilizado la palabra cántico. Ahora me da el cuaderno para que lea y se sirve más fernet con soda. Dice así:
De la calle saco el faso / el rock, el vino y las putas / me cuido bien de la yuta / y agito por el Taladro.
En Boedo se comenta / que el ciclón está cagado / hoy se le corta la leche / denuncia al supermercado.
Cuando vayas al descenso / llevá al Globo y al Gallina / así les hacen descuento / para comprar vaselina.