miércoles, 23 de febrero de 2011

Polilla tranquila

Alberto, hay una polilla. No sé, recién la vi. Levantate y matala. No, el Fuyivape no le hace nada, a lo mejor le da cáncer. ¿Podés levantarte y sacar la polilla de la pieza? Perfecto, el señor no quiere sacar la polilla. Muy bueno lo tuyo. Gracias. Ahí en el techo, mirá. Se me va a meter en el ojo y voy a quedar ciega. No. No pienso apagar la luz hasta que saques ese bicho de acá. Ni de lo mínimo indispensable sos capaz, Alberto. Porque a Anita el marido la lleva al bowling, por lo menos. Todo el santo día encerrada acá cuidando a tus hijos. ¿Qué decís? La última vez que fuimos a comer afuera estábamos en el uno a uno; y porque nos quedaba de paso del velatorio de tu tío, acordáte. ¿Corralito? Dejáte de joder, querido. Nunca una salida, ni cine, ni teatro. Antes íbamos a pasear, por lo menos. Ah, claro, Mar de Ajó, cómo no. Es la casa de tus viejos, Alberto, no jodamos; y tu viejo se tira pedos en la mesa. Sí, señor; yo estaba al lado. Muy buenas tus vacaciones, Alberto. Gracias. Te voy a nominar para el marido del año en la Paratí, qué tal. ¿Que yo soy hincha pelotas? No tenés idea de lo que es una mina jodida. Ya vas a ver. Voy a hacer lo que hace Corina. Sale sola, sí. ¡Ah, no! Le deja los chicos a él, ¿qué te creés? Para mí que garcha afuera. Se lo merece. Ni de un ramito de flores sos capaz. Una menos cuarto, ¿por? Y además, si quisiéramos salir, no tengo ropa. El vestidito beige fue hace dos años. Sos un miserable, asumilo. Y voy a contratar a una mina que limpie. Ah, no sé. Trabajá más horas, si total no estás nunca con los chicos. ¿Callejeros? ¿Batero? ¿Qué decís? No entiendo. ¿Adónde vas? No, ahora dejá esa polilla tranquila, Alberto; estamos hablando.