jueves, 18 de noviembre de 2010

El fantasma de Pamela

Entra Juanca a mi pieza. Está incómodo. Le pregunto si quiere tomar algo y me caga a pedos por no tener el fernet que habíamos comprado ayer. Dice que sí a la cerveza. Cuando vuelvo de la cocina con los vasos esperaba encontrarlo acostado en la cama, pero no. Está parado mirando un póster de Charly García.

―No podías poner uno de más viejo, ¿no?

―Es de este año― le digo.

Me mira serio: ―Ya sé, Ana Paula. Te gasto.

Se sienta en la cama porque no hay asientos. Le digo que se puede sacar las zapatillas pero no me da bola. De coger ni hablar, Juan Carlos está muy raro.

―¿Dónde tenés los discos?― me dice.

―En el cuarto del fondo. Ni me jodas con ir a buscarlos porque hay que pasar por el patio y de noche no me gusta, está lleno de mugre y no se ve una mierda. Ah, no sabés.

Me mira, esperando, pero sé que mi anécdota le va a parecer pelotuda y ya se la cuento sin ganas.

―Nada, una cosa que me contó una amiga. Parece que el nene de la hermana, yo la conozco a la hermana y al nene, tiene cinco o seis años, bueno, parece que ve cosas. Dice que desde que se mudaron el pibe les viene diciendo que de noche ve un señor con cara de enojado en el patio, desde la ventana de su pieza. Obviamente la madre ni pelota porque es un patio cerrado, además cuando va ella no hay nada. La cosa es que el pibe insiste, siempre lo mismo, y agrega el detalle de que al señor le falta una pierna. La madre, o sea la hermana de mi amiga, se entra a preocupar y le pregunta a la vecina de al lado a ver qué onda. Y no sabés, la vieja le sale con que antes en esa casa vivió un tipo que le faltaba una pierna por un accidente.

―A la mierda.

―Sí, o algo de la guerra, no me quedó claro. Cuestión que en sus últimos días el tipo estuvo enfermo de no sé qué y el médico le dijo a la esposa que tenían que internarlo y ella no quiso, por pajuerana. ¿Y qué pasó? El tipo muere ahí, en el mismo cuarto donde ahora duerme el pibito. Y se muere re caliente, porque él sí se quería internar.

―Ah, ahora vos no me vengas con que no era por esto que no querés ir al patio a traer música, boluda.

―Nada que ver, es paja nomás. Igual mi patio es inseguro en serio, otra que fantasmas. Acá cada tanto se materializan chorros posta que se andan escabullendo por las terrazas. ¿No te dije que cuando le desmantelaron la casa al vecino me apareció un reproductor de dvd en el patio? Se ve que no se lo pudieron llevar y me quedó para mí. Ahí está, es ese. Diez puntos.

Juanca me sirve medio vaso.

―Son todos iguales, Paulita. A todos les gusta creer en mierdas como esta que me contás.

―Mirá, yo no sé si creerlo o no, pero no es el típico bolazo que le pasó al amigo de un amigo de un amigo de tal, Juanca. Esto le pasó a la hermana de mi amiga.

―Bueno, para mí le pasó al pendejo de la hermana de la amiga de una amiga, da lo mismo.

―Al pibito lo están mandando a la psicóloga.

―¿Qué culpa tiene, pobre pendejo?

―Sos boludo, Juan Carlos.

―Está bien, por ahí la psicóloga le saca algo. Es obvio que la vecina es una vieja loca que le metió cosas en la cabeza al pibe y a la madre. Fija. Otra no hay.

―Y, yo pensé lo mismo, pero andá a saber.

―¿Andá a saber qué? Es lo que te digo, ustedes gozan con esa intriga de que haya algo más allá, entendés. Ya sé que la vida es una mierda para muchos, pero no da andar inventando pelotudeces para creer. Esto es siempre lo mismo, se extiende a cuanta cosa me digas. Me decís que te gusta Charly García de viejo y tiene que ver con el mismo trauma.

―Pará, boludo, ¿qué mierda tiene que ver? Me gusta el tipo, me gustó siempre, desde pendeja. Tengo toda la discografía. No me va a dejar de gustar ahora porque está viejo. Es una cuestión de respeto también.

―Y bueno, ahí tenés. El respeto. Una cosa es el respeto y otra cosa es idolatrar a un viejo choto porque sí, no me vengás con que lo vas a ver tocar ahora y te vuela la cabeza igual que antes, ni me vengás con que te fumás todas sus entrevistas como si fuera un filósofo porque el tipo dirá pelotudeces como cualquiera. Pero es así, está bien, el argentino parece que quiere ser así. Uno es un capo o un boludito y esto se sella y listo, valor absoluto. No vaya a ser que uno tenga que levantar posiciones o argumentos nuevos todo el tiempo, una paja. Kirchner es el capo, Cobos es el pelotudo, listo, fumá tranquilo que sos de los buenos. Y sí. Después todo lo que sea reggae es buena onda, pero si escuchás música clásica sos un facho de mierda.

―Eso es cualquiera, querido. Lo que decís son verdades colectivas, se construyen. Además no tienen nada que ver con creer en un fantasma o no, eso es cosa de cada uno.

―Te digo que todo tiene que ver con todo. Simplifican la realidad y después le meten misticismos por todos lados. Y todo se relaciona con que se mueren de ganas de que exista un dios, de que exista La Verdad, manga de forros, evolucionen. Acá somos todos ateos pero a cada rato te salta uno con cintita roja contra la envidia o con la pelotudez de un fantasma o con que se muere un político tal y tenés que llevarle una flor porque si no sos una mala persona.

―Es para la buena suerte la cintita.

―Pero andáte a cagar.

Me asusta cuando se pone tan sacado. Voy a buscar otra cerveza y lo encuentro aburrido, jugando con el cordón de sus zapatillas símil Nike.

―No te calentés― digo. Me le siento al lado.

―No me caliento, boluda.

Es obvio que Juanca está resentido porque lo habrán rechazado en algún lado. Cuando salta así con estas cuestiones es por despecho, estoy segura. No sé qué decirle. Amago a acomodarle unos rulos y me saca la mano.

―Mirá esto –dice de golpe. Se corre un poco la media y me muestra un tatuaje que no le conocía. Es una lengua de los Roling Stones y abajo dice Pamela. Me cago de risa.

―¿Quién es Pamela?

―No tiene nada que ver quién es Pamela, la cosa es que me lo hice de pendejo.

―Pero contame, no seas amargo. Aparte es gracioso, una lengua y “Pamela”, ¿cómo era ese chiste de chu-pamela?

―Qué sé yo, la cosa es que ahora Pamela es una gorda teñida de bordó que ayuda a la madre a pintar las banderas para los de Racing. O sea, la Pamela de mi tatuaje no existe más, es un recuerdo de cuando éramos pendejos y listo. ¿Me seguís?

―Hay gente que cree en el amor para siempre, Juan Carlos. Podés ir a buscarla, teñirla de otro color y vivir felices hablando de las boludeces que hablás vos.

―No. Ves, no. Hay que estar preparado para que las cosas cambien. Si querés forzar la realidad te cagás de infeliz. Pero ¿sabés qué? Me diste una idea, Paulita. Tenés razón. Voy a agarrar esta mierda y voy a ponerle ChuPamela. Mañana mismo voy del rasta a que me arregle este tatuaje, se va a cagar de risa, vas a ver. Va a quedar piola con la lengua ahí.

Juanca me abraza, por fin.